domingo, 30 de mayo de 2010

Aves migratorias, ceninelas del cambio climático

Si Bécquer escribiera ahora su famoso poema, tal vez lo iniciaría con un interrogante: ¿volverán las oscuras golondrinas...? Y no precisamente en sentido metafórico, porque las aves migradoras son certeros centinelas del cambio climático, que para ellas es ya una realidad. Sus largos viajes se están acortado y muchas de las que hacían travesías más cortas se han hecho sedentarias. El motivo es que ahora no necesitan irse en invierno hacia el sur, porque el clima ya no es tan duro como hace unas décadas. En realidad, las condiciones climatológicas que ellas buscan, parecen estar «saliendo a su encuentro», a razón de cuatro kilómetros por año. No es la primera vez que ha ocurrido. El águila imperial recorrió el camino inverso y se refugió en el sur de Europa huyendo de las gélidas temperaturas. Pero sí es la primera vez que el cambio se produce tan rápido: «La velocidad con la que está cambiando el clima es de unos cuatro kilómetros por año en el hemisferio norte, es decir, cada año la isoterma de julio —línea que une la máxima temperatura del mes en distintos lugares— se desplaza hacia el norte cuatro kilómetros, veinte veces más rápido que en la última glaciación», explica Miguel Ferrer, investigador del CSIC y presidente de la Fundación Migres, que el pasadomes de marzo organizó el segundoCongreso Internacional sobre Migración de Aves y Cambio Climático.
En este congreso, más de doscientos científicos de 25 países analizaron en Algeciras los cambios en las costumbres de las aves observados en todo el mundo. «España es un privilegiado para estudiar lasmigraciones ya que aquí confluyen todas las rutas desde el oeste de Europa hacia África. El sur de la Península es una etapa intermedia y las aves se concentran en el Estrecho para cruzar el mar», explicaba Ian Newton, prestigioso ornitólogo del Centro para la Ecología y la Hidrología del Reino Unido. En primavera y otoño el Estrecho de Gibraltar se convierte en un embudo por el que pasan unos 30 millones de pájaros de 380 especies diferentes. Y uno de los dos únicos lugares en elmundo, junto con el Bósforo, donde grandes aves rapaces como los buitres, se aventuran a cambiar de continente. «Los buitres no pueden hacer más que seis aletazos seguidos, pesan mucho, son muy grandes y el coste energético de batir alas es enorme. Necesitan corrientes térmicas para poder desplazarse y buscan pasos marítimos de cortas distancia. El mar es una pesadilla porque no tiene corrientes térmicas y muchos buitres mueren en el intento de cruzar el Estrecho. Tienen que alcanzar la suficiente altura y aún así un leve cambio en la dirección del viento puede hacer que no lleguen a su destino y mueran ahogados, como ocurre con muchos cada año», aclara Ferrer.
Otra barrera natural para las rapaces es el desierto del Sáhara, que por efecto del calentamiento está aumentando su extensión, que en la zona más estrecha supone 1.700 kilómetros de viaje agotador. Un tercio de los ejemplares jóvenes de rapaces migratorias sucumben al atravesarlo por causa de las elevadas temperaturas, la falta de agua y alimento y las tormentas de arena.
Pero puede que esto cambie en un periodo de tiempo no muy largo, tal vez unas pocas décadas. Según el investigador estadounidense Keith Bildstein, del Hawk Mountain Sanctuary (EE.UU.), otro de los participantes en el congreso organizado por Migres, el calentamiento global influirá también en la población de las rapaces migratorias que, en la actualidad, están invernando «mucho más al norte que antes». Como ejemplo señala que unos dos mil ratoneros cruzaban el Estrecho de Gibraltar a mediados de los setenta; en la actualidad se han reducido a un centenar.
Los cambios en las pautas migratorias se están produciendo a una sorprendente velocidad en respuesta al cambio climático, señala también Ian Newton. En el pasado ha habido otros cambios climáticos, pero a diferencia del actual, el tiempo en el que se produjeron las variaciones fue mucho más lento a escala evolutiva, como aclara el ornitólogo inglés: «Estas alteraciones se producían de forma natural en periodos dilatados de tiempo —siglos e incluso milenios— y actualmente están teniendo lugar en decenios. De hecho, aves que hace unos años visitaban el sur de la península durante el invierno buscando calor, como grullas y gansos, ahora no necesitan bajar tanto y se quedan en mayor proporción en países situados más al norte, como Francia. Sin embargo, las que nos abandonaban durante los meses más fríos para cruzar a África, ya no se van, como el águila culebrera, la calzada o la cigüeña blanca.
Según los expertos, las migraciones existen solo porque hay una variación en las condiciones de los lugares que hacen rentable viajar para aprovechar al máximo recursos de lugares lejanos. Si las condiciones cambian, «no moverse se hace más rentable porque disminuye el gasto energético y el riesgo durante el viaje. Quedarse supone estar en la zona de reproducción antes que los demás, y que con menos esfuerzo puedan ganar más peso y empezar la reproducción antes. Los que deciden quedarse están siempre en una cierta ventaja porque no han de recorrer miles de kilómetros para encontrar condiciones favorables durante la época de reproducción», aclara Miguel Ferrer.
Biodiversidad amenazada
A los ornitólogos les preocupa que los grandes viajes migratorios disminuyan, porque son, aseguran, «la fábrica de nuevas especies de aves». En los largos trayectos siempre hay algunos pájaros que se pierden, por el mal tiempo o por inexperiencia de los ejemplares más jóvenes, y aterrizan en el lugar equivocado. La mayoría mueren, pero unos pocos sobreviven y nunca vuelven a su lugar de origen, sino que se reproducen en su nuevo emplazamiento dando lugar a una nueva especie. «Este ha sido el origen, como demuestran los análisis genéticos, de varias especies a partir de un ancestro migrador. Si los viajes se acortan, la frecuencia con que se crean nuevas especies cuando las aves se pierden, disminuye también. Y nos preocupan las consecuencias que puede tener sobre la biodiversidad en el futuro», señala el presidente de Migres.
Otra cuestión es si las aves podránadaptarse tanrápidamente a estas modificaciones que implican variaciones en las pautas de alimentación, porque plantas e insectos, fundamentales en la lugar época de cría, eclosionan antes y en ocasiones las aves llegan demasiado tarde. Los pájaros están genéticamente programados para unas migraciones en tiempo y distancia. Y ahora tendrán que cambiar el tiempo en el que viajan y la distancia que recorren. Y eso obligará a que se reprogramen genéticamente», explica Newton.
La mano del hombre
No es solo el incremento de las temperaturas y la extensión de las barreras naturales lo que perturba los viajes de las aves, como explica Miguel Ferrer: «Que la cigüeña deje de migrar puede ser porque ha descubierto una nueva fuente de alimentación. Pero que sean varias especies, con ecología distinta, como las águilas culebrera y calzada, hace difícil encontrar otras explicaciones que no sea un cambio de carácter global. El cambio climático es sólo uno de los aspectos más conocidos y el que más preocupa, pero abarca otros aspectos, como la destrucción y fragmentación del hábitat, que dificultan la capacidad de adaptación de las aves». Idea que refuerza Ian Newton: «El paisaje está transformado por el hombre, y los pájaros tienen menos posibilidad de cambiar sus hábitos o refugiarse en otras zonas».
Los fenómenos extremos también se intensifican como consecuencia del cambio global, comoapunta el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU. Y las aves ya lo notan. En lugares como el Golfo de México, otra importante barrera en la migración entre el sur y el norte de América, de especial dificultad para las planeadoras y las paseriformes, y donde cada vez son más frecuentes los tornados, que producen una mortalidad cada vez mayor en estos pájaros. En la Península las fluctuaciones también pasan factura, como en Doñana, donde los periodos de inundación y sequía alternan con mayor virulencia que en el pasado y han ido en aumento en los últimos años, apunta Ferrer, antiguo director de la Estación Biológica de Doñana.
Soluciones
Para los ornitólogos participantes en el Congreso de Aves Migratorias, es necesario tener en cuenta los estudios científicos actuales sobre el cambio global para una nueva y adecuada gestión de la biodiversidad, actualmente basada en parques naturales, que se debe complementar con sistemas de gestión más dinámicos y de implantación en todo el territorio. «Serán necesarios planes de conservación para las nuevas especies que llegan a cada territorio, en vez de empeñarnos en retener a las que de todas formas se irán, como demuestran las evidencias. Lo más inteligente es diseñar estrategias de adaptación», opina Ferrer.
La presencia del milano real en Andalucía ofrece un claro ejemplo de gestión dinámica. A pesar de que aumenta globalmente, en el sur peninsular desaparece porque su área de distribución se está moviendo hacia el norte. «Que se quede aquí no depende de la gestión que se haga. Ese tipo de políticas de adaptación tenemos que revisarlas porque no tiene sentido intentar que las especies cuyo límite sur somos nosotros sigan estando en el futuro. Más bien deberíamos prepararnos para las que están llegando del sur, y anticipar qué escenarios va a provocar la aparición de nuevas especies y desaparición de otras».
Todas estas conclusiones del congreso serán presentadas ante el Grupo de Expertos en Biodiversidad y Cambio Climático del Consejo de Europa, en la reunión que tendrá lugaren junio en Reykjavík (Islandia).

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